Desde hace 37 años, el 8 de marzo se conmemora en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer. La fecha fue instaurada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con la finalidad de revisar los avances en cuanto a los derechos de las mujeres, así como de propiciar una reflexión mundial del papel que juegan ellas en la sociedad.
Aunque la mayoría es optimista en torno a este día, más de una persona –tanto hombres como mujeres– se ha preguntado: ¿es realmente necesario que exista un día sólo para ellas? ¿Dónde está el Día Internacional del Hombre? ¿Qué no instaurar un día de la mujer es reconocer que ellas son inferiores, y por ende, necesitan un trato especial? ¿Algo así como los camioncitos rosas que circulan por la ciudad de México y que son exclusivos para damas? ¿O los vagones exclusivos para mujeres en TransMilenio en Bogotá?
Puede ser que quienes se pregunten esto tengan algo de razón. Es cierto que exigir un trato igualitario y gozar de un "día especial" puede sonar contradictorio, pero en realidad no lo es. No es una ilusión que las mujeres hayan sido discriminadas a lo largo de la historia, que sus aportes a la sociedad hayan sido minimizados y sus derechos reconocidos sólo como resultado de una lucha ardua y constante.
Tal es la razón de ser del Día de la Mujer: detenernos por un momento a observar cuál es la situación de género en el ámbito mundial, presionar para que las legislaciones aseguren un trato justo a las mujeres de todos los países y reflexionar sobre lo que aún falta por hacer.
El 8 de marzo no es un día de altruismo, un día en que la sociedad se vea obligada a reconocer a las "frágiles" e "indefensas" mujeres o, peor aún, una jornada para regalarles tarjetitas de felicitación y dedicarles canciones de Arjona. Es un día necesario para recordarnos que, si bien hemos avanzado en materia de derechos, todavía queda una ardua labor por delante para que por fin podamos reconocernos como seres humanos, con nuestras respectivas riquezas y diferencias de género.
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