lunes, 28 de enero de 2013

Gonzo

Es un Husky de Alaska que perdió la vista de golpe. Se apoya en su hermano Poncho para correr a la misma velocidad y saber hacia dónde ir.

La primera señal apareció cuando Gonzo empezó a tropezarse con su plato de comida. Sus cuidadores en el criadero de perros de trineo se dieron cuenta de que algo estaba mal. Muy pronto, el animal, de raza Husky de Alaska, dejó de ver la blancura de la nieve que lo rodeaba y todo se volvió oscuridad. Preocupados, lo llevaron al veterinario quien confirmó lo peor: Gonzo se había quedado ciego tan rápido como era capaz de correr.

Ese diagnóstico podría haberlo jubilado, pero Gonzo no estaba dispuesto a aflojar y su veterinario tampoco. "Háganlo correr", les ordenó a los cuidadores.
Gonzo, uno de los 120 perros que tiene la empresa de paseos en trineo Muddy, estaba feliz de poder seguir corriendo entre la nieve del Estado de New Hampshire donde nació.
Los cuidadores pusieron a Gonzo al fondo de la línea de perros que arrastra los trineos y le dieron una ayuda especial: su hermano Poncho. Juntos, volvieron a correr y siguieron sacando de paseo a los turistas que lo volvieron una celebridad. El perro es un boom y todos quieren verlo y acariciarlo.

"A pesar de ser ciego, se da cuenta de lo que está sucediendo", dijo el gerente Muddy, Ben Morehouse. Su ceguera no es ningún un obstáculo.
Mientras la mayoría de los perros corre mirando hacia adelante, Gonzo levanta su cabeza o la mueve hacia los costados, valiéndose de su sentido del oído y el olfato para orientarse.
Karen Tolin, que empezó como voluntaria y ahora es socia de la empresa, asegura que cuando Gonzo se quedó ciego, Poncho lo trataba como siempre. Pero de pronto se dio cuenta de que algo había cambiado y que su hermano necesitaba ayuda.

"Al principio, Poncho se ponía un poco nervioso cuando Gonzo se apoyaba sobre él mientras tiraban de los trineos, pero de alguna manera, no sé cómo se comunican los perros, se dio cuenta de su hermano lo estaba utilizando para guiarse y saber hacia dónde tenía que girar y lo rápido que debía correr. Ahora Poncho, deja que Gonzo se apoye en él y ya no se pone tan molesto como lo hacía al principio".
Según publican el Daily News y el The Huffington Post, el dueño de Muddy, Neil Beaulieu, aseguró: "Nunca he visto algo así con perro. Definitivamente hay un vínculo y la comunicación más allá de lo que hacemos con los dos perros, es entre ellos dos".
Un día de primavera, cuando Beaulieu salió a dar un paseo por un camino de nieve profunda. Gonzo tropezó y se hundió. Mientras la jauría seguía avanzando, Poncho se detuvo, metió la cabeza en la nieve y buscó el arnés de su hermano con los dientes hasta sacarlo. "Básicamente lo sacó del polvo ... lo puso de nuevo en el camino y nunca dio marcha atrás", recordó Beaulieu. "Me he encontrado perros en un montón de lugares, en todo el país, y fue lo más increíble que he visto hacer a perros de trineo", dijo.
Beaulieu, un profesor de secundaria, vivía en Alaska hace 10 años cuando se presentó como voluntario para ayudar en la famosa "Carrera de 1.000 millas en trineo de perros de Iditarod". Allí, se decidió a darles refugio a los perros que debían retirarse o incluso eran abandonados tras perder la competencia. No sabía nada acerca de estos animales, pero con tiempo y amor se volvió todo un experto. Se mudó a Nueva Hampshire y mientras ayudaba a un amigo a montar un hotel, dio los primeros pasos para tener su propia empresa de paseos en trineo.
"Se ha convertido en mucho más que un criadero de perros de trineo", dijo Beaulieu. Muddy es "una segunda oportunidad" para estos perros. Algunos fueron rescatados de situaciones difíciles. "Muchos de los refugios para animales consideran a los perros de trineo como no adoptables y no los admiten. Para mí y para todo el equipo aquí, eso es falso. Son muy adoptables", explicó.
"Cada vez que salgo con los perros, ya sea Gonzo u otro, todavía me asombro de la capacidad que tienen", destacó Beaulieu. "Es simplemente increíble".
Cuando Gonzo, Poncho y sus compañeros tienen que salir, el criadero se vuelve una locura. Ladran desenfrenados hasta que les dan la orden de arrancar. A toda velocidad, deslizan en la nieve al trineo y a los turistas que -de pronto- notan que los perros se han callado y que todo a su alrededor es una belleza total. La nieve, los árboles, el cielo. Todos, Gonzo incluido, se desplazan en silencio y al mismo ritmo. Protegido por la jauría, pero sobre todo por su hermano, es uno más. Sólo él nota que a su lado la nieve blanca se ha vuelto oscuridad.

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