De pronto despiertas, con los pies adoloridos, pero decides levantarte para tomar una ducha, beber un café con la mayor rapidez posible, y preparar todo para un día más...
En el camino estas pensando en todo lo que tienes que hacer este día, tan pesado, tan tangible de cansancio, pero aun así, tu sonrisa se mantiene y continuas...
Cuando llegas, observas todo a tu al rededor, ves que nadie a llegado, todo el equipo a tu alcance, dejas tus cosas, prosigues a ponerte el mandil, y comienza la magia...
Es medio turno, y tu estas con la espalda adolorida, los pies punsando de dolor, te detienes un momento y solo escuchas: el ruido de las ollas, como la gente pasa, muchos gritando "voy atras" el sonido de los platos chocando, los cocineros dando tiempo, cantando comandas, y tu disfrutando de ese sonido tan peculiar, tan único, maravilloso y satisfactorio para ti, que solo queda una cosa: terminar tu turno con esa sonrisa.
Terminas un día más, cansado, con olor a grasa, tu filipina hecho un desastre, tu espalda sin poder más, tus pies ya no responden, tal vez con quemaduras en las manos o en los brazos, tus piernas dormidas, tus ojos pesados, y de pronto, sales a donde están los comensales, los observas, miras sus caras de felicidad, de deseo por querer más, de disfrute de la comida, y ahí! Esta tu mayor pago, esa satisfacción, esa felicidad de saber que también hiciste feliz a alguien a través de su paladar, esa plenitud que sientes, al saber que hiciste un buen trabajo, y de ahí tienes, para que al día siguiente, despiertes igual, cansado, con los pies adoloridos, pero decidiendo levantarte una vez más, la hara hacer feliz a mucha gente, haciendo lo que amas... Cocinar
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