Ann Elizabeth Isham se subió a un barco de
rescate y su posibilidad de sobrevivir al hundimiento del Titanic estaba
casi asegurada. De todas formas, la desesperación se apoderó de ella
cuando le informaron que su perro, un gran danés, no iba a poder
salvarse. Su tamaño era muy grande y priorizaban la vida de otros
pasajeros.
Sin dudarlo, la
mujer, de 50 años, se tiró del bote para reencontrarse con su perro.
Sabía que no podía abandonarlo. Días después del hundimiento, un equipo
de rescate encontró el cuerpo de la pasajera aferrado al de su perro.
Murieron juntos, abrazados, tal como ella lo decidió.
La
divulgación de esta historia, días de después de cumplirse los 100 años
del fin de semana trágico en el que se hundió el Titanic, surgió una
incógnita entre los mascoteros y los seguidores de esta tragedia
náutica: ¿qué pasó con los otros perros que viajaban en la embarcación?
Una exposición de fotografías en la Widener University Art Gallery en
Pensilvania puso foco en las mascotas. Según trascendió, sólo tres de
los doce perros confirmados a bordo lograron sobrevivir.
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